Penúltimas noticias del Paraíso

29 de enero de 2008

1.- El Homenaje en honor a la obra poética del escritor Raúl Otero Reiche (1906-1976) realizado ayer lunes por la noche, fue altamente disfrutable. Todo comenzó a las 19:27 con la inesperada aparición del actor Carlos Ureña desde el fondo del lindo patio que cobijó la jornada poética mientras leía el poema que inauguró la velada.

Luego, uno de los hijos del homenajeado -don Róger Otero- leyó magistralmente una estupenda evocación que un escritor andino compuso a la muerte de don Raúl. Minutos después, Eliécer, otro de los buenos troveros de nuestra ciudad, nos regaló una versión impetuosa de uno de los poemas de Otero en el que mencionaba algo parecido a un: “Hiroshima, nunca más”.

Después el actor Arturo Lora contó una anécdota en la cual relataba la inédita manera en la que la edición de las Obras completas (seis voluminosos tomos) de Otero Reiche llegó a sus manos. También leyó el infaltable Canto del hombre de la selva (acaso el poema más perdurable del homenajeado). A continuación, un servidor leyó Éramos veintisiete (escrita durante la Guerra del Chaco) y Perséfone (un canto hacia la Rusia revolucionaria. “Con razón me la ‘sugirió’ Rivero”, pensé al finalizar mi lectura).

Al final el trovador y lector Gustavo Rivero –autor intelectual de este memorable lunes por la noche- cantó un vals y un taquirari con letras de don Raúl. Finalmente, la muy precisa Maestra de Ceremonias cerró la noche con un agradecimiento y una invitación.

En resumen: fue un estupendo ejercicio artístico en el que nuevamente quedó demostrado que el ciudadano común y silvestre puede realizar actividades que las instituciones formales no quieren o no pueden. Los organizadores prometieron continuidad.

Ayer fuimos veintisiete y, el reto ahora, es que para la próxima seamos muchos, muchos más.

2.- El Centro Simón I. Patiño de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra acaba de anunciar la inminente contratación de este servidor para la gestión comunicacional del año 2008. O sea, ¡carajo!, voy a trabajar en el proceso de difusión de las actividades culturales que el Centro tiene programadas para esta gestión: conferencias, exposiciones, talleres, campañas, recitales… ¡y encima me van a pagar! (Dioses del Universo: Thanks!).

Esta será una magnífica oportunidad para aprender los secretos de un “marketing cultural” que pueda contribuir a posicionar, en el imaginario de nuestra ciudad, el acercamiento al arte como una opción cotidiana. Prometo ser un estudiante aplicado.

3.- Ayer mi libro, Sobrevuelo en la ciudad de los anillos, entró oficialmente a imprenta, lo cual significa que “el sueño del pibe”, ése de escribir un libro de poemas que gane un concurso y que sea publicado está a punto de ser una tangible realidad.

4.- El actor y cineasta Jorge Arturo Lora me ha prestado su Yo también se jugarme la boca. Sabina. En carne viva. Y el compositor y anfitrión Gabriel Columba me regaló una copia del concierto en Madrid de la gira Dos pájaros de un tiro.

P.D. Perdonen la alegría.

Homenaje a Otero

26 de enero de 2008


Este lunes 28 de enero, en el Museo de Historia (ubicado frente al Correo), se realizará un homenaje al poeta cruceño Raúl Otero Reiche, autor de una prolífica obra que le canta, entre otras cosas, al hombre de la selva.

Dicho acto se iniciará a las 18:30, en él se realizarán lecturas de poesías y también se interpretarán canciones con letras suyas.

La invitación electrónica dice: “para los que no conocen la obra del maestro esta es una buena ocasión para acercarse a ella, y para los que ya la conocen este será sin duda un homenaje necesario”.

Obviamente, nos vemos allá.

La poesía del Gabo

22 de enero de 2008

Cuando le mencioné a mi dilecto amigo y poeta Gary Daher Canedo que estaba empezando a leer la novela Cien años de soledad y me dijo: “¡Ah! Pero qué lindo. Ése es un gran poema”, confieso que no le entendí.

Pero luego, a lo largo de múltiples noches recostado en mi cama del kilómetro seis y medio de la carretera a Cotoca, aferrado a mi verduzco ejemplar de la Edición Conmemorativa, súbitamente era arrastrado por un desmesurado río de palabras hacia alguna de las cinco esquinas encantadas de Macondo, el mítico caserío, luego pueblo, en el que ocurre el nacimiento, apogeo y muerte de la desbordada dinastía de los Buendía.

Hoy, a manera de celebrar el magnífico uso del idioma que posee el Gabo, quiero compartir con ustedes algunos fragmentos de esta monumental obra de arte.

“… tal vez si se hubiera casado con ella hubiera sido un hombre sin guerra y gloria, un artesano sin nombre, un animal feliz”. (p. 204).

“… aquel hijo por quien ella habría dado la vida, era simplemente un hombre incapacitado para el amor”. (p. 285).

“…donde Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas…”. (p. 332).

“Acostumbrado al ruido de la lluvia, que a los dos meses se convirtió en una nueva forma del silencio…”. (p. 355)

“… y el alma se cristalizó con la nostalgia de los sueños perdidos (…) se desmoronó a los primeros embates de la nostalgia (…) Se humanizó en la soledad”. (pp. 412 y s.).



Pero mis párrafos preferidos corresponden a la descripción de –cómo no- la realización de un acto sexual que (y esto es especulación pura) bien podría ser un espejo del momento que provocó el nacimiento de algunos de nosotros, verdaderos hijos (y padres) del deseo.

“Aureliano sonrió, la levantó por la cintura con las dos manos, como una maceta de begonias, y la tiró bocarriba en la cama. De un tirón brutal la despojó de la túnica de baño antes de que ella tuviera tiempo de impedirlo, y se asomó al abismo de una desnudez recién lavada que no tenía un matiz de la piel, ni una veta de vellos, ni un lugar recóndito que él no hubiera imaginado en las tinieblas de otros cuartos.

(…) Era una lucha feroz, una batalla a muerte, que sin embargo parecía desprovista de toda violencia, porque estaba hecha de agresiones distorsionadas y evasivas espectrales, lentas, cautelosas, solemnes, de modo que entre una y otra volvieran a florecer las petunias y Gastón olvidara sus sueños de aeronauta en el cuarto vecino, como si fueran dos amantes enemigos tratando de reconciliarse en el fondo de un estanque diáfano (…) Entonces empezó a reír con los labios apretados, sin renunciar a la lucha, pero defendiéndose con mordiscos falsos y descomadrejeando el cuerpo poco a poco, hasta que ambos tuvieron conciencia de ser al mismo tiempo adversarios y cómplices…

De pronto, casi jugando, como una travesura más, Amaranta Úrsula descuidó la defensa, y cuando trató de reaccionar, asustada de lo que ella misma había hecho posible, ya era demasiado tarde. Una conmoción descomunal la inmovilizó en su centro de gravedad, la sembró en su sitio, y su voluntad defensiva fue demolida por la ansiedad irresistible de descubrir qué eran los silbos anaranjados y los globos invisibles que la esperaban al otro lado de la muerte. Apenas tuvo tiempo de estirar la mano y buscar a ciegas la toalla, y meterse una mordaza entre los dientes, para que no se le salieran los chillidos de gata que ya le estaban desgarrando las entrañas”. (pp. 449 y s.).

Resumiendo, Cien años de soledad y Gabriel García Márquez serán leídos incluso después de que sea devorado el último Macondo sobre esta Tierra. Tal es la certeza que provoca el doloroso placer de leer a un auténtico clásico universal.

Viernes chico

18 de enero de 2008

Anoche me fui a Peko’s Bar a escuchar el show de mi querido (y admirado trovador) Gustavo Rivero.

El buen humor de “la de los ojos extraños”, dos vasos de fernet y la compañía de un reciente amigo empeñado en proponer la globalización de la religión fueron algunos de los ingredientes que hicieron de esta, una noche diferente.

Sucede que la propuesta de Rivero es –para mi gusto- la más elaborada y coherente de toda la ciudad de los anillos. En su show coinciden siempre los comentarios irónicos, filosos y sin contemplaciones, los taquiraris, carnavales y chovenas “tradicionales” y, por supuesto, las composiciones del artista.

En ellas –en sus canciones- aparece una voz lúcida, firme y totalmente contemporánea que narra con humor y sin anestesia algunos de los hechos que nos suceden a diario en esta maravillosa y terrible ciudad.

Algunas de sus fotografías-canciones son: “La que lo sabe todo”, “Canción para mi cumpleaños” (una de mis favoritas), “Primavera cruceña”, “Tucho Antelo” y “Santos Noco”.

En resumen, todos los jueves, a partir de las 22:00 horas, en Peko’s Bar (calle Cochabamba casi Warnes) estamos invitados a escuchar a uno de los mejores trovadores que hoy por hoy observan esta mezcla de verde y cemento que es nuestra ciudad.

Resumen de noticias

14 de enero de 2008

1.- 2008, una página en blanco, una promesa, una flor, un desafío. Habrá que llenarlo de días dignos de figurar en la autobiografía -me digo- y allá voy, procurando que las cosas sucedan.
2.- Estuvo por acá la habitada, desparramando –como siempre, generosa- ese su inconfundible perfume de libertad que emana por todas partes, especialmente, cuando pronuncia adjetivos. A esta niña la quiero para siempre.
3.- Leer. Me debo un post sobre la magnífica… poesía (ustedes creyeron que iban a leer Andrea Herrera o María René Antelo, ¿no? Tranquilos, ya llegará ese día, a este Toborochi le interesa TODO). El post al que me refería será sobre la magnífica poesía del Gabo. Con mi ejemplar de Cien años de soledad inauguro el subrayado y anotación en los márgenes de los libros que lea. Interacción que le dicen. Además, ya estoy sumergido en otra entrañable muestra de la “gigantía” de la narrativa latinoamericana: Un mundo para Julius del limeñísimo Alfredo Bryce Echenique.
4.- Estuve una semana fuera de este mundo material. Durante siete días conviví con el silencio: a solas, acompañado, muriendo, resucitando, profundo, sereno, y también riendo hasta el estertor en el retiro anual que Cafh –la vía de desenvolvimiento espiritual que elegí hace ya 15 años- me ofrece al comienzo de cada año. Es por eso que, sereno y acometiendo, comparto con ustedes mi segundo reciclaje.

En casa

Vuelvo
estoy volviendo
de este instante de dicha mensurable
de este boquete en la ciudad de los afanes
vuelvo de esta fiesta del alma
de este retiro en la buena muerte.

Vuelvo
acá me esperan
cómo no
el gentil abrazo de mi cama
la feroz ternura de la familia
mi traje de buzo para leer
la computadora
la música.

Y estarán también
ni modo
los veteranos de la codicia
los asesinos del confort
el circo mediocre de los políticos
la televisión rendida ante el falo de su majestad:
el rating
la burocracia nuestra de todos los días.

Pero vuelvo
y vale la pena
pero vuelvo
y con cojones
listo para acometer la sagrada porfía
de acercarme nuevamente
a tus senos y a tu alma
mujer que voy a desnudar.

El llanto del cocodrilo

5 de enero de 2008

Este es el primer texto que "reciclo" del anterior Toborochi. Un excelente comentario de nuestro amigo Tuntej acerca del show montado en Unicruel por la salida de su Maquiavelo institucional me ha convencido de hacerlo.

Ahora creo que el título alternativo de este poema bien podría ser: "No llorés, Pomacusi".

El otro terrorismo

Ella y él
cruzan la puerta de vidrio
casi simultáneamente.

Él se lleva la mano a la cabeza
se acomoda el jopo y sonríe
ella camina feliz, intacta y segura.
Sabe que es hermosa.

Él es un buen tipo:
abraza a sus hijos
saluda a los vecinos
juega con el perro
toca en la guitarra más de una canción de Silvio Rodríguez
y… ¡hasta ama a su mujer!

Ella
por su parte
posee buen gusto
es una esforzada mamá
leyó todingo Paulo Coelho
asiste puntual al templo cada fin de semana
y cocina unos tallarines
francamente i-nol-vi-da-bles.

Mas cuando ambos toman
su respectivo asiento
se acaba la ilusión.
Se van a la mismísima punta de un cuerno
sus suaves ademanes
su esmerada educación cristiana
los sabios consejos de la Abuela
y el pedacito de Dios que
-según dicen por ahí-
cada uno de nosotros
lleva inexorablemente adentro.

Porque cuando ambos se sientan
y las luces se encienden
el mundo entero termina por apagarse
y hasta la primavera (esa invencible)
languidece.

Segundos más tarde
justo en la sacrosanta hora del almuerzo
ambos me miran con gesto largamente ensayado
en el preciso instante
en el que arrojan estiércol
en las casas de mi maravillosa ciudad
cuando uno de ellos
(casi siempre él)
anuncia serio y convencido:
“Esto es Telepaís.
De todo y para todos.
Imperdible de principio a fin”.