Nuevo tiempo de vals

9 de marzo de 2009

Ya no se acordaba cómo era el calor del sol.

Fue una larga temporada en el autoexilio.
Y allí las nubes son largas, las ventanas están cerradas.

El aire duele.
No se tiene sed, ni hambre, ni nada.

Por eso es que al volver a la luz
luego de desperezarse
tambaleante
la Vida salió a su encuentro
y lo invitó a bailar.

La vida,
la Vida estaba preciosa.

Enfundada en un largo vestidito celeste
con los largos y lacios cabellos negros sueltos al viento.

Y con esa sonrisa
tan a medio camino entre la inocencia y el húmedo beso.

De pronto sonó (¿estalló?) entre los dos
un vals.

Straüss sin ninguna duda.

... y la apretó del talle
y sintió su respiración
y se miraron a los ojos

unánimemente
y luego giraron
giraron
giraron.

Tan tan tan taaaaan
ta ra ran
tararan
tararan…

Y así
a los 38 años de su edad
recordó que la Vida
no es esa obligación absurda
que algunos padecen
sino más bien
una bella muchacha
que uno tiene la obligación estética (y moral)

de sacar a bailar.