Mi "tío Pepe" o el arte de sobrevivir leyendo

10 de julio de 2008

No sé cómo ocurre exactamente, pero que la literatura salva vidas, está fuera de cualquier duda.

Tamaña afirmación podría ser comprensible si les dijera de inmediato a quién y qué es lo que estoy leyendo. Y algunos, sé, me entenderían. Pero –y de esto quienes han aprendido el sagrado arte de amar podrían firmarlo- apurarse es asesinar el momento. De modo que vamos, sin prisas, minuciosamente, como debería ser el primer beso o, quizás, el último...

De un tiempo a esta parte he afirmado, reiteradamente, que la literatura me ha
salvado la vida, lo cual –que quede claro- no es metáfora, ni demagogia, ni deliberada exageración poética. Es nomás una verdad personal.

La primera vez que aquello ocurrió (me refiero a aquello de ser salvado por la lectura) fue en la remota infancia, tumbado en el sofá guindo de la casa de mi tía Mary Peña Franco, ante un libro de historia antigua y media, o quizás un poquito después delante de mi primer
Julio Verne.

Conjeturo –no puedo saberlo a ciencia cierta- que en aquellos lejanos años tenía yo más edad de la que tengo ahora. Algunas experiencias familiares hicieron de mí una especie de niño ermitaño. La vida se me había aparecido ya como lo que es muchas veces: una inútil procesión de separaciones y despedidas, de escasos triunfos y múltiples derrotas. Digamos al paso que yo tenía siete años y, a esa edad, por falta de perspectiva, TODO cuanto le ocurre a uno tiene dimensiones gigantescas. Pero entonces ocurría el milagro del sofá guindo... Porque cuando me sumergía en mi libro, ¡Ah! ¡Cuando leía mi libro… el mundo era otra cosa!

De pronto navegaba yo por mares ignotos en busca de tesoros, venganzas o blancas ballenas, descendía al centro mismo de la tierra, vengaba la muerte de mis hermanos corsarios, me fingía ciego para entregar un importante recado, hacía méritos para ser un mosquetero del rey…, en fin, estoy convencido de que sin mis libros me hubiera jubilado de la vida en plena infancia.

Luego, en el pantano al que antes le decíamos “adolescencia”, asediado por la inseguridad, la timidez y un acné fiero y meticuloso, fui nuevamente salvado por la lectura. El título del libro en cuestión era “El abismo de la inferioridad”, luego de devorarlo, ¡lo juro!, pude respirar mejor… (es por eso que, dentro mío, les muestro el dedo malcriado a todos aquellos que ningunean a un autor o a una obra porque: “es autoayuda”). ¡Carajo!, uno de esos libros me fue fundamental en el difícil proceso que es salir de la oscura, colectiva y temible noria que es el no quererse uno mismo.

Luego, ya más grandecito, he venido notando, una y otra vez, cómo el libro adecuado aparece en el momento adecuado de mi vida. ¿Casualidad, destino, azar u otro de los apodos de Dios? Yo no lo sé, pero lo cierto es que sucede, y gozo.

Es por eso que hoy –
perdón por la alegría- no puedo evitar sentirme jubiloso y agradecido por la buena dicha que es tener en mis manos y ante mis ojos esta obra maestra, este lúcido y jodido documento y esta alucinada versión de lo que quizás sucedió en los alrededores de Galilea hace poco más de 2000 años, titulada “El evangelio según Jesucristo” de mi más reciente tío, hablo de José Saramago.

Gracias al Nobel portugués, hoy tengo la certeza de que Jesús fue y es nomás la “creatura” de Dios más notablemente humana y divina que caminó entre nosotros, y que es nomás el hermano mayor al que podemos acudir para darle sentido a esta breve procesión de éxtasis y derrotas que nos empeñamos en llamar Vida.

7 comentarios:

Mr. Cotton!! dijo...

libros de autoayuda...? eso es una cosa, obra de saramago... es otra. exijo mi derecho a ningunear a algun mexicano q escriba "novelas" de autoayuda, pero también reconozco q no tengo la verdad absoluta y allá aquellos q se ofendan si alguien les ningunea su obra, de todas maneras saramago.. allá arriba

Marco dijo...

mucha cosa saramago, cuando cerré el hombre duplicado aplaudí, jé.
Bueno, date una vuelta por aquí pelau...www.pluriarquia.com
y me dices qué tal.
un abrazo.

Anónimo dijo...

Querido PuKy, tienes mucha razón...los libros son y serán los mejores amigos del hombre - con el perdón de queridos canes y demás - Al igual que vos en ellos encontre - y sigo encontrando - mundos maravillosos, prespectivas de vida, incluso conoci el mundo y viví multiples aventuras desde la comodidad de mi hogar, acompañando a múltiples personajes en sus andanzas.

Pero asi como creo, que los libros son el mejor amigo de las personas, tambien pienzo que uno de los mejores regalos de mi infancia fue una caja de lapices...si lápices..en ellos descubri que continen un sin fin de personajes, historias, anecdotas, tristezas y alegrias..muchas veces plamamos en pedazos de papel y lo que tengamos a mano....sigue asi querido Puky..sigue escribiendo que yo te acompañare con mis lecturas...y quien sabe alguna vez, volvamos a descubir la mágia que hay dentro de un lápiz.
Saludos,
Piero,

RONALDO dijo...

Hermano... me has conmovido. Yo, fanático de Saramago, aún no he tenido la dicha de leer ese tomo... ¿me lo prestas?
Un abraxo!

Anónimo dijo...

Podés creer que no he leido aun anda de él?? Aconsejame, con qué empiezo??


PD.- Marco, vos tambien aplaudis cuando terminas buenos libros?? jajajaj yo pensé que era una locura mía no más... jajaj

Oscar dijo...

Donalgodon:

¡De eso se trata! Vos tenés una idea, yo otra diferente, el de allá maneja otra opción, en fin...

De todos modos, sabemos que nadie sabe nada realmente.

Marco:

Gracias por ambos datos. Está buena tu Pluriarquía, che.

Piero:

Tenés toda la razón, pero, felicitémonos por nosotros, ambos miembros de esa rara especie de bípedo que lee, y de esa otra aún más extraña, la de aquellos que escribe...

Avisame cuando hagan un churrasquito.

Oscar dijo...

Ronaldo:

Esta noche dormirás con él. Te advierto que quedarás fracturado...

Vero:

Yo entré a él por el Ensayo sobre la ceguera y seguí con Las intermitencias de la muerte. Aparentemente, lo que agarrés de Saramago, está a la altura de lo que el alma precisa.

P.D. Aplausos garantizados.