Lucidez a lo Saramago

27 de noviembre de 2008

Desde hace algún tiempo, José Saramago se ha vuelto una de mis voces preferidas.

Hay algo en los textos de este mi abuelo portugués que –intuyo- rozan esa cosa inasible que torpemente llamamos “verdad”. Es por eso que hoy, a manera de invitación a visitar sus libros y su blog (el mismo que está “linkeado” a su derecha, amigo lector), es que reproduzco un texto que me acaban de hacer llegar. Enjoy it (como solemos decir en Vallegrande).

Sobre viejos y jóvenes

Dirán algunos que el escepticismo es una enfermedad de la vejez, un achaque de los últimos días, una esclerosis de la voluntad. No osaré decir que este diagnóstico esté completamente equivocado, pero diré que sería demasiado cómodo querer escapar a las dificultades por esa puerta, como si el estado actual del mundo fuese simplemente consecuencia de que los viejos sean viejos…

Las esperanzas de los jóvenes nunca han conseguido, al menos hasta hoy, hacer el mundo mejor, y la acedía renovada de los viejos nunca ha sido tanta que alcanzara para hacerlo peor.

Claro que el mundo, pobre de él, no tiene culpa de los males que padece. Lo que llamamos estado del mundo es el estado de la desgraciada humanidad que somos, inevitablemente compuesta por viejos que fueron jóvenes, por jóvenes que serán viejos, por otros que no son jóvenes y todavía no son viejos.

¿Culpas? Oigo decir que todos las tenemos, que nadie puede presumir de ser inocente, pero me parece que semejantes declaraciones, que aparentemente distribuyen justicia por igual, no pasan, si acaso, de espurias recidivas mutantes del llamado pecado original, que sólo sirven para diluir y ocultar, en una imaginaria culpa colectiva, las responsabilidades de los auténticos culpables. Del estado, no del mundo, sino de la vida.

Escribo esto un día en que han llegado a España e Italia cientos de hombres, mujeres y niños en las frágiles embarcaciones que suelen utilizar para alcanzar los supuestos paraísos de una Europa rica.

A la isla del Hierro, en Canarias, por ejemplo, llegó un barco de esos, llevando dentro a un niño muerto, y algunos náufragos declararon que durante el viaje murieron y fueron arrojados al mar veinte compañeros de martirio… Que no me hablen de escepticismo, por favor.

2 comentarios:

RONALDO dijo...

Grande el abuelo.

rajemofrel dijo...

uta puki, deli escribes... ja! kien diria q somos vallegrandinos!
:D
saludos