Días extraños

4 de febrero de 2009

De un tiempo a esta parte he quedado en silencio, lo que para un poeta equivaldría, quizás, a vivir un lento suicidio.
Los días han amanecido nublados, grises, sin trinos, y lo peor es que no me ha importado.
Las máscaras al fin han caído y el espejo no ha sido gentil.
Veo la farsa que ha sido mi vida y he quedado, herido de indolencia, al borde de un abismo.
La noche, una vez más, toca a mi puerta, se mueve gentilmente, suaveseducción salivaserpiente sonidoseminal.
Pero ni el rítmico movimiento de sus caderas ha logrado perturbar mi sequía.
Esto debe ser la muerte: no tener ganas ni siquiera de morirse.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que el silecnio no te importe, Puky del mundo, si no se ha secado tu punta-bola no hará ruído al rodar, eso es bueno.
no le hagas mucho caso a la muerte, es absolutamente seducible: hace poco me arañó la espalda, ¡pobre la pobre! desde Girondo, representado por Grnadinetti, ella no había vuelto a sentir un orgasmo, ¿sabes? ella sí que se estaba secando, ya le humedecí sus emocionoes y espero que se quede tranquila un buen tiempo y que no joda.
si la ves por ahí, haz que te arañe la espalda a vos también, no volverá pronto

La Vero Vero dijo...

Joder...

(gracias, me has informado de un ex-estado anímico propio)

Anónimo dijo...

Sin ser poeta o lector un casi analfabeto , a quien la sequia le llego tb , como asi la diluvio pues . y a hora es saber convivir con los dos

Anónimo dijo...

Puky,
un fragmento tomado de “El guardián”, de Jaime Saenz (me lo regalo nuestro entañable Gary en un cumpleaños:

¿Cómo aprender a morir?
-ha de ser una cosa en extremo difícil.
Seguramente requiere mucha humildad y mucho gobierno.

Toda una vida de trabajo y de meditación.

Y si uno se pregunta para qué aprender a morir,
la respuesta surge por sí:
aprender a morir es aprender a vivir.


Te mando un abrazo, compañero.