Reparando injusticias...

28 de diciembre de 2008

Por un par de huevaditas, por un par de incidentes aislados, por dos cositas que le pasan a cualquier viviente, estaba a punto de cometer la enorme injusticia de clasificar a este año que se acaba como un filme “clase B”.

Debo entonces rectificarme… y agradecer.

Enteré los primeros 38 años de mi edad y mi salud está intacta. Los ojos de ver, las manos de tocar, la mente de pergeñar, el falo de usar siguen en su sitio. A veces uno se olvida que el simple hecho de orinar, oir u oler sin precisar de ayudas es una verdadera bendición de la vida.

Tampoco me vestí de luto. Gracias por la Abuela, las tías, los primos, los amigos, los alumnos.

Por otro lado, tengo un poco de plata en el bolsillo, y otro tanto, en la Cooperativa, así que la yesquera no fue tanta. Eso sí, al año debo aprender a ganar dinero, esa es mi asignatura pendiente.

La literatura fue, quizás, la faceta de mi existencia más bendecida. Mis dos “sobrevuelos” fueron paridos en buena hora. Muchos los adquirieron, algunos los han leído y –proeza humana- unos cuantos los han disfrutado y comprendido. Nota: quizás deba dedicarle mucho más tiempo y energía al cultivo conciente de esta extraña destreza que es juntar palabritas que digan cosas.

Mención aparte para “Sobrevolando el Vaginario”. El compartir el escenario con esos dos talentosos entrañables, y sentirme así, artista, artista, fue un domingo en pleno centro de la semana.

En el amor. Amor. Sigo siendo como el invitado furtivo a una fiesta de la cual, en cualquier momento, podría ser echado. Pero esos ojos, extraños y cercanos, a veces me miran bien y me siento acompañado.

2008, sabrás disculpar si en algún momento hablé mal de vos. Reparo la injusticia: fuiste bueno, fuiste intenso, fuiste mío. Nos habitamos. ¿Qué más se puede pedir?