Gabriel García Márquez: Poeta

28 de noviembre de 2007

Quizás se deba al hecho de que exactamente por estos días estoy siendo deglutido por Cien años de soledad que no me interesa nada del mundo que –vanamente- nos empeñamos en llamar real.

Lo cierto es que estoy siendo terriblemente feliz al devorar una a una las casi 500 páginas de una de las obras maestras de la literatura universal.

Además, leyendo los lúcidos textos que rodean a la edición conmemorativa, me vengo a enterar que el Gabo (¡cómo no haberlo notado antes!), además de ser el magnífico narrador que es, es también un poeta… y de los buenos.

Como muestra de ello es que –en este día de paros cívicos y otras mediocridades- comparto con ustedes un soneto escrito por Gabriel García Márquez allá por 1945 para la revista colombiana “Piedra y cielo”.

Si alguien llama a tu puerta

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.

Si alguien llama tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,

abre, que es el amor, amiga mía.

Cemento fresco

21 de noviembre de 2007

* Por Karla Paola Espechi

Dicen que el amor te llega de golpe, pero, ¿cuán fuerte es este golpe?, ¿es capaz de dejar alguna marca?, al parecer en ocasiones incluso llega a formar un cráter, pero, ¿permanece este cráter arraigado a nuestro cuerpo? ¿o acaso el tiempo se encarga de eliminarlo?

“Nada tiene sentido sin ti, incluso la lluvia no es más que eso: agua que cae del cielo”, con estas palabras el poeta cruceño Reymi Ferreira describe la soledad en el poema ubicado en la pág. 15 de su libro TODAVÍA ME QUEDA TU PIEL, el cual no está para nada lejos de la realidad, ya que siempre que una relación termina, nos queda la sensación de ver a esta persona en todos los lugares en los que ponemos la mirada, o también notar su ausencia. Sin embargo, pese a esto, continuamos viviendo porque aún en este estado de agonía somos alimentados por un sentimiento: la melancolía.

La melancolía y los recuerdos son los que activan nuestro sentido de percepción ya que nos volvemos vulnerables a cualquier tacto. Sin embargo, este período de cuarentena nos lleva directo a la recta final, siendo ésta el entierro total de cualquier tipo de sentimientos, excepto los recuerdos y son éstos los que dejan marcas en nuestra vida.

Decidir dejar atrás una relación implica fuerza de voluntad y decisión, como el autor cita en su poema de la pág. 37: “Mi aposento se ha reducido a casi nada, mis muebles son mi alma y mis tristezas, el único cuadro que tengo es la ventana”, “Mi libertad comparte con el cielo el ilimitado derecho a soñar”, “He vuelto a morir; y he vuelto a nacer”. A simple vista se puede apreciar que perdió mucho con la decisión que tomó, incluso está solo, pero acaba de ganar algo invalorable para el ser humano: ganó su libertad.

A lo largo de toda nuestra vida vamos a tener que decidir, y siempre existirán las ventajas y las desventajas, por lo tanto antes de tomar cualquier tipo de decisión debemos imaginar una balanza y en ella pesar lo positivo y lo negativo para evitar cualquier tipo de arrepentimiento en el futuro. No obstante, cualquiera sea nuestra decisión, ésta dejará una huella en nosotros.

“El tiempo tiene un oficio; el oficio de dar a cada cosa su lugar y a cada persona su momento”, advierte el poeta en el poema ubicado en la pág. 41 de su libro, aclarando que no está dentro de nuestra competencia forzar el amor, no juguemos a ser Dios, porque solo Él sabe cuántas veces tenemos que equivocarnos antes de encontrar a la persona ideal para nosotros, la persona que nos complementará: la que tatuará definitivamente nuestra piel.

Reymi Ferreira marca completamente nuestra memoria con TODAVIA ME QUEDA TU PIEL, en este fantástico libro se desnuda de tal manera que podemos conocer su interior, su alma y hasta su vida personal. Claramente podemos deducir que durante un tiempo vivió de manera “errada” hasta que decidió iniciar nuevamente su vida y al parecer lo hizo “con el pie derecho”.

En conclusión, las personas tenemos la piel recubierta por una fina capa de cemento fresco, el cual es un mural viviente, recrea toda nuestra vida, ya que cada suceso nos deja una marca, a veces capaz de confundirse con nuestros poros, pero otras veces tiene el tamaño de un cráter. Personalmente, a mí todavía me queda en la piel espacio suficiente como para seguir acumulando marcas.

Es ésta la razón por la que deberíamos dejar de ver y empezar a mirar. Necesitamos analizarnos y conocernos más a fondo, no de manera superficial, y para lograrlo solo debemos preguntarnos: ¿cuántas marcas tiene mi piel? y, luego, aprender a diferenciar cuáles son poros, y cuáles marcas de amor.

* Karla Paola tiene 20 años, es aficionada a las artes mágicas y estudia Turismo para el Desarrollo Sostenible en la universidad Nur.

Fábula inverosímil en tres actos (Segunda Parte)

19 de noviembre de 2007

Primer acto

Un ladrón es detenido por un policía. Inmediatamente se agrupa una gran cantidad de curiosos.

Segundo acto

El ladrón mira al policía (el que –extrañamente- tiene rasgos “orientales”). Luego mira a la gente y, con toda la fuerza de la que es capaz, grita: ¡¡¡Oligarca!!! ¡¡¡Oligarca!!!

Tercer acto

La gente, inmediatamente, se adhiere al grito. Todos vuelcan la mirada al policía (el que, naturalmente, realiza un discreto y veloz mutis por foro).

Al final, el ladrón y la masa se van juntos, diríase que casi abrazados.

¿Cuál es el título de la obra?

Fábula inverosímil en tres actos

17 de noviembre de 2007

Primer acto

Un ladrón es detenido por un policía. Inmediatamente se agrupa una gran cantidad de curiosos.

Segundo acto

El ladrón mira al policía (el que –obviamente- tiene rasgos “del interior”). Luego mira a la gente y, con toda la fuerza de la que es capaz, grita: ¡¡¡Autonomía!!! ¡¡¡Autonomía!!!

Tercer acto

La gente, inmediatamente, se adhiere al grito. Todos vuelcan la mirada al policía (el que, naturalmente, realiza un discreto y veloz mutis por foro).

Al final, el ladrón y la masa se van juntos, diríase que abrazados.

¿Cuál es el título de la obra?

Evo, el Cine Center y yo

14 de noviembre de 2007

Hoy los transportistas públicos nos “emponcharon” un feriado inmerecido. Entonces, no me quedó otra que “sacarle el jugo”. Por ello, corregí parciales, adelanté parte de un trabajo para Editorial El País y, finalmente, fui al cine.

Confieso que desde hace varios días atrás quería ver Evo Pueblo, por varias razones, entre ellas: acceder a una fuente más de información para poder pensar más lúcidamente sobre el país y sus azares, observar una nueva película boliviana y, por último, cotejar la experiencia de nuestro querido “Enmascarado Tarijeño” en el Cine Center (tan bien descrita en uno de sus recientes
post), con la mía.

La película
De entrada me pareció que la imagen estaba mal “calibrada” (tal parecía que le habían puesto un zoom que –por supuesto- la distorsionaba un poco). La historia –siempre desde mi subjetividad- me pareció que caía en lugares comunes: diálogos predecibles, omisión de datos importantes y sobreactuaciones.

Sin embargo, a pesar de esas deficiencias, la película es valiosa. Tonchi Antezana, su director, nos ha entregado una versión cinematográfica de la fábula más inverosímil que últimamente ha parido nuestro país: la del niño pastor de ovejas que llega a ser Presidente Constitucional de la República de Bolivia.

Obviamente el filme también tiene sus aciertos. Entre ellos, la música, algunas tomas de nuestro mágico altiplano, la celebración de esa misa pagana que es el fútbol, y también las escenas que muestran a Su Excelencia siendo un hombre, es decir: chupando, choleando, llorando y teniendo miedo.

Al final
Cuando terminó la película, los responsables del Cine Center “olvidaron” encender las luces.. Extraño, ¿no?

Al salir, mi acompañante ("la de los ojos extraños") me dijo que le encantó la película, yo, un tanto sorprendido le pregunté: ¿en serio? Ella respondió que sí porque “jamás había sospechado la historia de sufrimiento, violencia y muerte que rodeó al Evo" (en ese preciso instante corroboré el tamaño de su alma, su genuino interés por comprender al mundo y, entonces, la quise un poquito más).

En resumen, Evo Pueblo es una película que bien podríamos ver todos los que anhelamos entenderle un poco más a este extraño, jodido y maravilloso país en el que hemos decidido vivir. Yo, al menos, he decido recorrer el camino que me conduzca a aprender a pensar con libertad.

Para ello tengo varias ideas. Pero éstas serán motivo de un próximo post…

¡Que todos los dioses nos bendigan!

El Prólogo al Sobrevuelo...

12 de noviembre de 2007

Mi reciente amigo, Alexeis Sánchez (de oficios tales como: lector, catedrático y artista) me ha hecho "la gauchada" de escribir el Prólogo para Sobrevuelo en la ciudad de los anillos (mi primer libro en solitario). Que conste en acta que le quedo agradecido ad infinitum.
Disfrútenlo (creo que le "achuntó").


A modo de prólogo, a modo de introducción, a modo de mezcla, de híbrido…


“Un prólogo es un estado de ánimo.
Escribir un prólogo es como afilar una hoz,
como afinar una guitarra, como hablarle a un niño,
como escupir por la ventana…”


Sören Kierkegaard, Prólogos.


El prólogo (…) no es una forma subalterna del brindis;
es una especie lateral de crítica.

Jorge Luis Borges, Prólogos con un prólogo de prólogos.


Quiero colocar estas palabras y el texto al que dan vida, bajo la advocación de un escritor iniciador: Sören Kierkegaard, el primero en llamarse a sí mismo existencialista. Quiero colocar este texto, que no sé si es prólogo o introducción, o las dos cosas, como buen híbrido; bajo la advocación de otros escritores continuadores del existencialismo: Heidegger y Sartre, porque tengo la seguridad intuitiva – crítica, de que este libro que ha encontrado el cobijo de sus manos de lector o lectora, ansioso, ansiosa; de que este libro que nos ha entregado el poeta cruceño Oscar Gutiérrez, es un poemario coloquial – existencialista, que se integra, en este año 2007, al concierto mundial de una literatura, que durante dos siglos se ha encargado de reivindicar en la existencia humana, los esenciales componentes de la libertad y de la elección individual.

He leído dos veces el poemario, de principio a fin, y en una vez tercera, he vuelto a releer algunos poemas de las cuatro partes en las que se divide el texto. Y declaro, y le advierto, querido lector, querida lectora, que éste no es uno de esos poemarios para olvidar en la cartera, en el maletín, en el bolso, en la mochila, y en todas las formas posibles que adoptan esos útiles complementos de nuestra vestimenta. Aclaro el concepto: este no es un poemario “para matar el tiempo muerto”, “para leer de a poco”, “para ir leyéndolo mientras tanto”, “no es un poemario para desconectar de la realidad estresante”. Este es un poemario para devorar, para hacer un alto en la velocidad de la existencia y leerlo de un tirón, para adentrarse en la alucinante experiencia de comunicación con una poesía, que bajo el título de Sobrevuelo en la ciudad de los anillos, nos llevará a realizar un sobrevuelo sobre la existencia de un poeta, que vive con nosotros el sueño tras sueño de esta ciudad que habitamos, y que nos habita.
Este libro que en estos momentos, hojea, ojea entre sus manos, le ofrece un sobrevuelo por la percepción de un poeta coloquial, que habla con nuestras palabras cotidianas, sin complejidades retóricas, que construye la poesía con el “material” que está al alcance de todos, con el material que nos permitiría a todos, si nos lo propusiéramos, cantar la poesía de nuestra existencia cotidiana. Este libro le ofrece la oportunidad inusual, de un sobrevuelo sobre unos versos que parecen confirmar las palabras de Kierkegaard: “la mayor verdad es subjetiva”.

Si nos sumergimos más en este poemario existencial y ontológico, veremos que está dividido en cuatro partes: Plaza Principal, Tercer Anillo, Callejones y Nueva Fundación.

Sobre la base de aceptar el planteamiento de los estudiosos de la estética que dicen que la literatura es un arte temporal, podríamos decir que la primera parte del poemario, la que se titula Plaza Principal, la más extensa del libro; es el tiempo de la ciudad de Santa Cruz, de la existencia en la ciudad. Abarca, desde la añoranza de su descubrimiento húmedo y vegetal por el poeta, todavía niño, hasta la noche en esta otra ciudad, en la de ahora mismo. Asistimos aquí, a las múltiples miradas lanzadas sobre Santa Cruz. Miradas que desde su esencia vegetal nos la descubren transfigurándose constantemente: ciudad - selva, ciudad – mujer, mujer – ciudad, ciudad amada, ciudad de la que se aprovechan, ciudad que se destruye en nombre del progreso; pero siempre, ciudad que renace de sus cenizas.

La segunda parte, Tercer Anillo, es el tiempo de los mitos, las leyendas, las historias que resoñamos en el espejo de nuestra existencia: desde esos músicos del Titanic, pasando por Ítaca, Morrison, el origen de los centauros y un tríptico de amor – desamor; hasta la pregunta existencial lanzada en medio del acto fundacional de hacer el amor. Es la parte del sobrevuelo raudo sobre los mitos que nos habitan y resoñamos día tras día. Del sobrevuelo sobre esa historia de amor que hemos convertido en leyenda, en mito que nos explica nuestro origen, nuestro estar hoy aquí, como seres en el amor y para el amor.

Seguimos, y llegamos entonces a la tercera parte del poemario, a Callejones, que es, el tiempo del otro yo, “del poeta cocodrilo que llora la presencia de la amada”, del poeta maldito que nos “canta las verdades en la cara y que al mirarnos ve nuestros cadáveres, nuestra condición de esqueletos que respiramos”. Es el espacio de las confesiones, del quitarse la máscara. Es el espacio, otra vez de la ciudad, pero de una ciudad otra, de una ciudad que muestra sus miserias, de una ciudad que duele. Confieso que esta es la parte que más me gusta del poemario. En ella, la muerte, recorre los poemas como una presencia ubicua, como un escalofrío de metal afiladísimo y chirriante. Callejones, es el espacio en el que Dios se escribe con minúscula. En el que “Dios, es también un sobreviviente”. Es el espacio del oscuro amor asechado por la muerte. Es el espacio de la desesperanza y de la certeza del final. Es el espacio más existencialista del poemario. Lleno de una angustia, que reconoce a la existencia, como anterior a la esencia; y que comprende que el encontrar la verdad, transita por el actuar, por el existir según las convicciones propias. Es el espacio lleno de una angustia que viaja de la visión de Kierkegaard, que la vislumbra como temor a la nada; hasta la mirada de Sartre, que nos la presenta como esa anagnórisis, ese reconocimiento que hacemos de la libertad total de elección, a la que nos enfrentamos en cada instante de nuestra existencia.

Los Callejones, nos conducen a la última parte del poemario, a la Nueva Fundación; el tiempo en el cual la espiral del poemario se cierra. Es el espacio de la resurrección, de la mirada que define a la Patria, no desde lo que nos dicen que es la patria, sino desde el cómo vivimos la Patria. El espacio en el que el Poeta, coloca un espejo ante su rostro, y como un adivino, lee las marcas que lo hacen ser quien es. Es el espacio en el que Dios, vuelve a escribirse con mayúscula. Es el espacio del Credo Urbano y del resucitar. Es el espacio en el que el Poeta dice cara a cara a la muerte: “Muerte, hoy vas a morir”. Es el espacio en el que Kierkegaard y Heidegger, se toman de la mano y parecen decirnos, el primero: “Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí. ...la idea por la que pueda vivir o morir. Y el segundo: “Los seres humanos no pueden esperar comprender porqué están aquí; en su lugar, cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción, consciente de la certidumbre de la muerte y del sinsentido último de la vida propia”.

Con este poemario de Oscar, de Puky, como lo llamamos sus amigos y compañeros, como lo llaman, incluso, quienes “soportan” o sencillamente, “no soportan” a este “terrorista de la verdad”, como se le ha llamado en una entrevista recién publicada; confirmo uno de los descubrimientos, que junto a otros muchos lectores he hecho, después de miles de páginas recorridas, vividas, y de unas pocas, poquísimas escritas: “Nos engañamos cuando decimos, que hemos hallado o encontrado un libro, en realidad es el libro el que nos encuentra a nosotros cuando estamos preparados para él”. Con Sobrevuelo en la ciudad de los anillos, me ha pasado esto, una vez más. Doy gracias por ello, y espero, querido lector, querida lectora; que a ustedes, también les pase.

Sólo me queda agradecer, en nombre de los lectores de ahora y de mañana: a Oscar, por su sobrevuelo alucinado, alucinante; al Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, por hacer sostenible y sostenido este Concurso Nacional de Literatura; y muy especialmente al jurado de la edición 2007, por haber tenido la sensibilidad de apreciar lo maravilloso –en el sentido original de la palabra-, de esta poesía, que es la poesía de todos los que habitamos y nos dejamos habitar, por esta ciudad a la que hemos elegido amar, y defender, incluso, de nosotros mismos.


Alexeis Sánchez, de título LECTOR, que escribe.

Cerrando ciclos

7 de noviembre de 2007

Inicialmente este texto iba a ser publicado en el anterior Toborochi, pero por razones técnicas que escapan a nuestra buena voluntad no va a ser posible, así que lo incluyo acá.



Hoy es mi cumpleaños número 37… y soy el primer sorprendido. Nunca pensé que se podía llegar a esta edad… y seguir sonriendo. Pero así es.

Creo que cada cumpleaños es el momento justo para hacer un imprescindible balance: a un lado lo cosechado, lo vivido, lo obtenido, lo realizado y, del otro, lo que se viene, lo que uno necesita vivir, el futuro que co-creamos. Para mí, cada cumpleaños es una bisagra bienvenida que clausura una etapa y que inaugura otra. Y en mi vida esos ciclos se han cumplido con rigurosidad matemática.

Por eso hoy cierro algunas ventanas necesarias: cierta susceptibilidad enemiga de la paz, cierto mal humor enemigo de la amistad, cierta flojera enemiga del amor… y cierto Toborochi Urbano que tanto y tan bien me cobijó.

Quiero –en este mi último post acá- agradecer de todo corazón (¿de todo follaje debería decir?) a este Mundo al Revés que hace más de dos años me brindó generosamente la posibilidad de tener este mágico espacio de aventura, encuentro y provocación. Querido Sebas, en verdad lo digo, sin este blog difícilmente hubiera llegado a ganar el Premio que sabemos (y no es demagogia), este Toborochi fue la sala de gimnasia en la cual pulí mi furia de escribir, de sentir y de crear. Te quedo, por ello, agradecido a perpetuidad.

Finalmente, amigos de este árbol citadino, gracias por su generosa complicidad. Sus comentarios fueron brazos en el camino que contribuyeron a construir el que hoy soy (¡¡¡pinches culpables!!! ja, ja, ja) o sea: una persona plena, habitada y enriquecida.
De hoy en más, los espero en el nuevo Toborochi. ¡¡¡Gracias y salud, carajo!!!