Fin de año. Tiempo de resúmenes. Tiempo de balances y de balanzas.
¿Por dónde empezar? ¿Qué se puede decir de un año perfecto? ¿De una “gestión” tan generosa?
Quizás bastaría y sobraría con una lista de agradecimientos. Así que allá voy.
Hola, hola, sí, uno, dos... Estas palabras están dirigidas hacia el Señor o Señora responsable de este maravilloso desbarajuste que llamamos Vida.
Aprovecho la inédita oportunidad para felicitarle la creatividad y belleza que ha derramado sobre esta esfera azul (se le perdonan los excesos y también las faltas –aunque, cada vez estoy más convencido- de que la violencia, la pobreza, el horror, las hambrunas y otras calamidades, son desastres de los que nosotros –los mamíferos racionales bípedos con encéfalo altamente desarrollado y dedo pulgar opuesto- somos los únicos culpables. Así que la resolución de dichas asignaturas nos compete única y exclusivamente a nosotros mismos, total usted ya hizo bastante).
Una vez expresado lo anterior paso a enumerar mi inventario de agradecimientos:"
Gracias por la salud. Todavía camino con mis pies, veo con mis ojos, escucho canciones, digiero, razono casi en limpio, meto goles, saboreo helados y bocas, abrazo a sobrinas que amo y veinteañeras ídem, y lo que es mejor, aún no necesito Viagra para elevar mi… autoestima.
Gracias por el dinero. Y gracias por permitirme ganármelo haciendo cosas que amo y que, encima, son útiles: cátedras que motivan, manuales que enseñan, textos que producen placer y/o espanto. Gracias porque eso de que “el dinero no te hace feliz” es nomás –como creo que dijo Facundo Cabral- un rumor que han hecho correr los ricos para que no los jodamos intentando igualarnos a ellos.
Gracias por el amor. Se salió de mi vida la chica “del hoyuelo en la mitad de su sonrisa” y encontré a la “de los ojos extraños”. Salí ganando. Como dice Silvio: “… que me salvas de la muerte con fortuna en el amor…”. Y sí, esta mujer es una maravillosa compañera de viaje, hasta dan ganas de tranquilizarse un poco… pero no nos adelantemos, no otra vez…
Gracias, en fin, por el Nautilus (mi maravilloso Suzuki Samurai verde petróleo del ‘87), el Premio Nacional de Poesía, el privilegio casi erótico de haberlos escuchado en vivo a Serrat y a Sabina, las amistades virtuales que se van tornando cada vez más reales y –sobre todo- por esta inagotable curiosidad que me mantiene despierto y caminando).
Compañeros de viaje: que el 2008 sea –para todos nosotros- el mágico escenario en el cual desenvolvamos, generosamente, nuestras más bellas posibilidades como seres humanos.
¡¡¡SALUD!!!