Inicialmente este texto iba a ser publicado en el anterior Toborochi, pero por razones técnicas que escapan a nuestra buena voluntad no va a ser posible, así que lo incluyo acá.
Hoy es mi cumpleaños número 37… y soy el primer sorprendido. Nunca pensé que se podía llegar a esta edad… y seguir sonriendo. Pero así es.
Creo que cada cumpleaños es el momento justo para hacer un imprescindible balance: a un lado lo cosechado, lo vivido, lo obtenido, lo realizado y, del otro, lo que se viene, lo que uno necesita vivir, el futuro que co-creamos. Para mí, cada cumpleaños es una bisagra bienvenida que clausura una etapa y que inaugura otra. Y en mi vida esos ciclos se han cumplido con rigurosidad matemática.
Por eso hoy cierro algunas ventanas necesarias: cierta susceptibilidad enemiga de la paz, cierto mal humor enemigo de la amistad, cierta flojera enemiga del amor… y cierto Toborochi Urbano que tanto y tan bien me cobijó.
Quiero –en este mi último post acá- agradecer de todo corazón (¿de todo follaje debería decir?) a este Mundo al Revés que hace más de dos años me brindó generosamente la posibilidad de tener este mágico espacio de aventura, encuentro y provocación. Querido Sebas, en verdad lo digo, sin este blog difícilmente hubiera llegado a ganar el Premio que sabemos (y no es demagogia), este Toborochi fue la sala de gimnasia en la cual pulí mi furia de escribir, de sentir y de crear. Te quedo, por ello, agradecido a perpetuidad.
Finalmente, amigos de este árbol citadino, gracias por su generosa complicidad. Sus comentarios fueron brazos en el camino que contribuyeron a construir el que hoy soy (¡¡¡pinches culpables!!! ja, ja, ja) o sea: una persona plena, habitada y enriquecida.
De hoy en más, los espero en el nuevo Toborochi. ¡¡¡Gracias y salud, carajo!!!