"El primero tenía la máscara de Tutankamón en la tapa
y el último apenas si dice San Juan de la Cruz.
Pero entre aquél remoto y éste, tangible
¡la de universos que media!
No es hipérbole ni demagogia:
a mí, leer, me salvó la vida".
Cuando miro hacia atrás y me felicito por el presente, una constante atraviesa todos mis logros, todas mis peripecias, todos mis “éxitos”: la lectura.
Todo empezó cuando a los siete años me tocó vivir con mi tía Mary Peña Franco, vallegrandina, sesenta años, profesora de Historia, Cívica y Geografía del mítico colegio fiscal “Simón Bolívar”. Guardo pocos recuerdos de los nueve años que compartí con ella. Algunos “dinkis”, los almuerzos en la pensión familiar, su biblioteca, su ternura sin exageraciones…
El primer libro suyo que agarré fue un tomo sobre historia antigua, egipcios y otras vainas. Quedé deslumbrado. Aún lo tengo. Luego me sobrevinieron Dumas, Verne y Salgari. Sin lugar a dudas, mis mejores amigos en la infancia. Y Patoruzito, claro.
Hoy tengo 37 años. Cuando miro en perspectiva el camino transitado sobresale una sola constante, un hecho decisivo, una práctica fundacional: la lectura.
Además de la piel y otras constelaciones, ha sido i-ne-quí-vo-ca- men-te la lectura la fuente de todas mis realizaciones. Desde un fugaz paso por el periodismo a las cátedras en la Nur, y desde el Premio Nacional de Poesía a las novias indelebles…
¿Por qué leo?
Para ser otros, para escaparme de la gris realidad, por placer, por repugnancia, por hastío.
Yo, al igual que vos (y otros tantos) me sumerjo en páginas inverosímiles, en textos celebrados, en lomos desconocidos, en párrafos sagrados porque esta realidad no me alcanza.
Porque esta vida que los dioses nos han dado es insuficiente, vana, mediocre, gris. Por eso me refugio en las islas del placer, en los países de la felicidad escrita, en los continentes de la desolación y el verbo conjugado.
Leo porque es mi manera, individual y crónica de enriquecer una vida que –de lo contrario- sería vana, inútil, torpe, “pele”, vacía.
Cada vez que me sumerjo en las luminosas páginas de un libro, mi corazón y mi alma salen de paseo. Hojean, ojean, se detienen estupefactas, acarician, acribillan, rondan, sufren, pierden, cogen, mueren, matan. Lo mío es leer en defensa propia.
Leer me enriquece, me valoriza, me alimenta, me complementa, me mata, vuelvo emergente, sutil, desaliñado, obtuso, pobre, paupérrimo, enriquecido hasta el asfalto, pródigo.
Yo soy el que soy porque leo. De otra manera sería menos, muchísimo menos.
Construirse un alma. ¿Existe acaso una mejor razón para sumergirse en los libros?
y el último apenas si dice San Juan de la Cruz.
Pero entre aquél remoto y éste, tangible
¡la de universos que media!
No es hipérbole ni demagogia:
a mí, leer, me salvó la vida".
Cuando miro hacia atrás y me felicito por el presente, una constante atraviesa todos mis logros, todas mis peripecias, todos mis “éxitos”: la lectura.
Todo empezó cuando a los siete años me tocó vivir con mi tía Mary Peña Franco, vallegrandina, sesenta años, profesora de Historia, Cívica y Geografía del mítico colegio fiscal “Simón Bolívar”. Guardo pocos recuerdos de los nueve años que compartí con ella. Algunos “dinkis”, los almuerzos en la pensión familiar, su biblioteca, su ternura sin exageraciones…
El primer libro suyo que agarré fue un tomo sobre historia antigua, egipcios y otras vainas. Quedé deslumbrado. Aún lo tengo. Luego me sobrevinieron Dumas, Verne y Salgari. Sin lugar a dudas, mis mejores amigos en la infancia. Y Patoruzito, claro.
Hoy tengo 37 años. Cuando miro en perspectiva el camino transitado sobresale una sola constante, un hecho decisivo, una práctica fundacional: la lectura.
Además de la piel y otras constelaciones, ha sido i-ne-quí-vo-ca- men-te la lectura la fuente de todas mis realizaciones. Desde un fugaz paso por el periodismo a las cátedras en la Nur, y desde el Premio Nacional de Poesía a las novias indelebles…
¿Por qué leo?
Para ser otros, para escaparme de la gris realidad, por placer, por repugnancia, por hastío.
Yo, al igual que vos (y otros tantos) me sumerjo en páginas inverosímiles, en textos celebrados, en lomos desconocidos, en párrafos sagrados porque esta realidad no me alcanza.
Porque esta vida que los dioses nos han dado es insuficiente, vana, mediocre, gris. Por eso me refugio en las islas del placer, en los países de la felicidad escrita, en los continentes de la desolación y el verbo conjugado.
Leo porque es mi manera, individual y crónica de enriquecer una vida que –de lo contrario- sería vana, inútil, torpe, “pele”, vacía.
Cada vez que me sumerjo en las luminosas páginas de un libro, mi corazón y mi alma salen de paseo. Hojean, ojean, se detienen estupefactas, acarician, acribillan, rondan, sufren, pierden, cogen, mueren, matan. Lo mío es leer en defensa propia.
Leer me enriquece, me valoriza, me alimenta, me complementa, me mata, vuelvo emergente, sutil, desaliñado, obtuso, pobre, paupérrimo, enriquecido hasta el asfalto, pródigo.
Yo soy el que soy porque leo. De otra manera sería menos, muchísimo menos.
Construirse un alma. ¿Existe acaso una mejor razón para sumergirse en los libros?
7 comentarios:
hola puqi, soy ale del centro cultural san isidro, te acordas? ayer nos encontramos en el teatro y estuvimos charlando un poco. queria preguntarte si el patiño tiene alguna pagina de internet donde pueda bajar informacion.
el caso es que estamos armando una cartelera cultural con las actividades grauitas que hay en santa cruz para que la gente se acerque, se entere y concurra. he visto qe vos mismo en tu pagina colgas alguna informacion, pero no se si es algo ocasional o si la info es completa. bueno, de todos modos siempre es una herramienta para tener a mano.
te mando un abrazo.
ale.
Cierto es.
Uno es lo que lee, al menos en gran medida.
Toda tu respuesta al "¿Por qué leo?" me pareció genial, en serio.
Saludos =)
Encarar la lectura, porque debe ser bien jugada. A matar y a morir, todo a la vez.
Me enteré por los amigos de Taller de Quimeras lo del libro, felicidades amigo.
Puky:
Voy pa tu tierra pronto, me escribes al correo oterodan@hotmail.com tu celular para que te llame?
Un beso
Leemos letras, escribimos letras, nos sumergimos y naufragamos en las letras, pensamos y nos dejamos pensar por ellas... en resumen, creo que al momento que tenemos las líneas de cualquier obra delante, somos literatura. Nos convertimos en ella, en el personaje o sólo en sus zapatos. Nos camuflamos con su manto de inspiración y nos dejamos guiar por los caminos de la imaginación. Desde tus aventuras por tierras egipcias hasta la obra que pariste, la tuviste inscrita en tu piel.
Besos!!
Anónimo:
Por el momento, lo que encontrás en mi página es oficial y completo.
Apenas sepa de algo, vía Fernando te mandaré información. A propósito, dale un abrazo de mi parte.
Nata:
Muy amable. Entonces nos estamos leyendo.
Un abrazo.
Boris Miranda:
Tampoco neguemos que leer también presupone un goce sensual en toda la extensión de... la palabra.
Gracias por lo del libro, ya les diré cuando será la presentación oficial.
Daniela Otero:
¡¡¡Bienvenida!!! Es el 708 83943.
Será un verdadero gusto el conversar con vos.
Albanella:
¡¡¡Caramba!!! Coincido plenamente con vos.
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