La poesía es una casa sin cimientos y sin promesas.
Es un extraño domicilio.
Carece de puertas y de ventanas,
mas cuando acuerdas, ya estás adentro.
Y no te falta el aire.
Fascinado recorrés sus rincones
y algo parecido al temor te sobrecoge de pronto.
Es el pálido horror de quedarte –en un descuido- afuera de ella.
Sabés que no podrías sobrevivir.
Una vez que se conoce su aire
es imposible respirar otra cosa.
Una de las posibilidades de la poesía es el intento vano por describir experiencias que son indescriptibles.
Una de ellas –afirman los místicos- es la unión con Dios. Fenómeno, gracia o recompensa a la que acceden algunos pocos seres que se sujetaron a un esfuerzo deliberado por fundirse en el sereno incendio de lo Divino.
La poesía mística de San Juan de la Cruz (nacido en 1542 en Fontiveros, Ávila, España) constituye una de las cimas más altas de esta posibilidad vital y expresiva. Tres símbolos dominan en las obras del “doctor místico”: la noche, el matrimonio y la llama.
Hace un par de semanas me sumergí extasiado en la obra San Juan de la Cruz. Poesía completa. (Ed. Rio Nuevo, 1997, Barcelona) que adquirí por 18 Bs en Lewy Libros. Gracias a ella, pude vislumbrar un poco el contexto histórico y emocional en el que se pergeñó la breve -pero impresicindible- obra de este sacerdote carmelita, sus implicaciones espirituales, sus peripecias humanas y hasta, quizá, un par de facciones del "rostro incognoscible".
Hoy quiero compartir con ustedes estas Coplas del alma que pena por ver a Dios.
Es un extraño domicilio.
Carece de puertas y de ventanas,
mas cuando acuerdas, ya estás adentro.
Y no te falta el aire.
Fascinado recorrés sus rincones
y algo parecido al temor te sobrecoge de pronto.
Es el pálido horror de quedarte –en un descuido- afuera de ella.
Sabés que no podrías sobrevivir.
Una vez que se conoce su aire
es imposible respirar otra cosa.
Una de las posibilidades de la poesía es el intento vano por describir experiencias que son indescriptibles.
Una de ellas –afirman los místicos- es la unión con Dios. Fenómeno, gracia o recompensa a la que acceden algunos pocos seres que se sujetaron a un esfuerzo deliberado por fundirse en el sereno incendio de lo Divino.
La poesía mística de San Juan de la Cruz (nacido en 1542 en Fontiveros, Ávila, España) constituye una de las cimas más altas de esta posibilidad vital y expresiva. Tres símbolos dominan en las obras del “doctor místico”: la noche, el matrimonio y la llama.
Hace un par de semanas me sumergí extasiado en la obra San Juan de la Cruz. Poesía completa. (Ed. Rio Nuevo, 1997, Barcelona) que adquirí por 18 Bs en Lewy Libros. Gracias a ella, pude vislumbrar un poco el contexto histórico y emocional en el que se pergeñó la breve -pero impresicindible- obra de este sacerdote carmelita, sus implicaciones espirituales, sus peripecias humanas y hasta, quizá, un par de facciones del "rostro incognoscible".
Hoy quiero compartir con ustedes estas Coplas del alma que pena por ver a Dios.
No está demás decir que para un alma enamorada de Dios, esta atadura terrena que es el cuerpo físico (esta “vana costumbre de ser alguien”, acotaría siglos después un notable vidente no vidente sudamericano) impide la unión definitiva y total con Él. De lo que se deduce fácilmente que la muerte no es ese trance terrible al que tan mal marketing se le ha hecho secularmente, sino, quizás, el prometido sendero que posibilita la re-unión tan fervientemente anhelada.
Coplas del alma que pena por ver a Dios
Coplas del alma que pena por ver a Dios
Vivo sin vivir en mí/ y de tal manera espero/ que muero porque no muero.
I
En mí yo no vivo ya/ y sin Dios vivir no puedo;/pues sin él y sin mí quedo/ este vivir ¿qué será?/ Mil muertes se me hará,/pues mi misma vida espero,/muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo/ es privación de vivir,/y así, es continuo morir/ hasta que viva contigo./ ¡Oye, mi Dios lo que digo:/ que esta vida no la quiero, /que muero porque no muero!
III
Estando ausente de ti/ ¿qué vida puedo tener/ sino muerte padecer/ la mayor que nunca vi?/ Lástima tengo de mí,/ pues de suerte persevero/ que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale/ aun de alivio no carece/ que en la muerte que padece/ al fin la muerte le vale/¿qué muerte habrá que se iguale/ a mi vivir lastimero,/ pues si más vivo más muero?
V
Cuando me pienso a aliviar/ de verte en el Sacramento,/ háceme más sentimiento/ el no te poder gozar;/ todo es para más penar/ por no verte como quiero/ y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo, Señor,/con esperanza de verte,/ en ver que puedo perderte/ se me dobla mi dolor;/ viviendo en tanto pavor/ y esperando como espero,/ muérome porque no muero.
VII
¡Sácame de aquesta muerte,/mi Dios, y dame la vida;/ no me tengas impedida/ en este lazo tan fuerte;/ mira que peno por verte,/ y mi mal es tan entero,/ que muero porque no muero!
VIII
Lloraré mi muerte ya/ y lamentaré mi vida/ en tanto que detenida/ por mis pecados está./ ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será/ cuando yo diga de vero:/ Vivo ya porque no muero?
I
En mí yo no vivo ya/ y sin Dios vivir no puedo;/pues sin él y sin mí quedo/ este vivir ¿qué será?/ Mil muertes se me hará,/pues mi misma vida espero,/muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo/ es privación de vivir,/y así, es continuo morir/ hasta que viva contigo./ ¡Oye, mi Dios lo que digo:/ que esta vida no la quiero, /que muero porque no muero!
III
Estando ausente de ti/ ¿qué vida puedo tener/ sino muerte padecer/ la mayor que nunca vi?/ Lástima tengo de mí,/ pues de suerte persevero/ que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale/ aun de alivio no carece/ que en la muerte que padece/ al fin la muerte le vale/¿qué muerte habrá que se iguale/ a mi vivir lastimero,/ pues si más vivo más muero?
V
Cuando me pienso a aliviar/ de verte en el Sacramento,/ háceme más sentimiento/ el no te poder gozar;/ todo es para más penar/ por no verte como quiero/ y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo, Señor,/con esperanza de verte,/ en ver que puedo perderte/ se me dobla mi dolor;/ viviendo en tanto pavor/ y esperando como espero,/ muérome porque no muero.
VII
¡Sácame de aquesta muerte,/mi Dios, y dame la vida;/ no me tengas impedida/ en este lazo tan fuerte;/ mira que peno por verte,/ y mi mal es tan entero,/ que muero porque no muero!
VIII
Lloraré mi muerte ya/ y lamentaré mi vida/ en tanto que detenida/ por mis pecados está./ ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será/ cuando yo diga de vero:/ Vivo ya porque no muero?
4 comentarios:
Querido...
Le gustaría estar presente en la nueva edición de Pasajero?
Necesito datos..
:)
Oiga!
Se lo quiere mucho...
Querida:
Si es con usted en Pasajero, en el Vaginario Reloaded, o donde usted diga.
P.D. Ni hace falta que se le diga que se la quiere un montón, ¿no?
Paisano:
Visitarlo es siempre descubrir cosas, tan tan queribles, que uno no había encontrado aún...
Cuánto cariño tendremos, ahí guardadito, esperando las letras a las que pertenece, ¿no?
Abrazos tamaño toborochi.
Paisana:
Tu visita siempre es una buena noticia.
Tendremos nomás que desempolvar el cariño y sacarlo a la calle para que -quizás- se encuentre con las palabras que lo nombren, ¿no?
Abrazos exactamente iguales.
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