Como natural colofón al anterior texto (el mismo que me llegó gracias a la generosidad de mi amigo Alfonso Cortez), hoy te invito a degustar algo, alguito de la poesía inquietantemente viva, inquietantemente precisa, inquietantemente derrotada de Juan Gelman, ése mismo que un día -hace ya tiempo- hizo la crucial pregunta: "¿y si Dios fuera una mujer?".
PRESENCIA DEL OTOÑO
Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.
Vete por él, amada.
No soy yo el que te ama en este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.
EN LA FECHA
Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
deveras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general que te habías ido.
Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora
y él sentía tirones detrás del corazón.
A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.
2 comentarios:
súbito........!!!
"....un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué...."
saludos
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